viernes, 29 de julio de 2016

El guión: sustancia, estructura, estilo y principios de la escritura de guiones, de Robert McKee


"Más tarde, antes de entrar en la universidad, consideré que la mejor vida imaginable incluye tantos partidos de golf como sea posible, por lo que decidí hacerme dentista. «¿Dentista?», se rió mi madre. «No puede hablar en serio. ¿Qué ocurrirá cuando se solucionen todos los problemas odontológicos? ¿Dónde estarán entonces los dentistas? No, Bobby, la gente siempre necesitará entretenimiento. estoy pensando en tu futuro. Te vas a meter en el mundo del espectáculo.»"

Este párrafo está incluido en su dedicatoria y me recuerda a esa pregunta o juego en la que se plantea la necesidad de salvar a determinadas profesiones en una catástrofe en función de su utilidad para la sociedad: médico, maestro, ingeniero, abogado, policía... ¿Y el narrador? Ésta sí que es una profesión que ha existido desde que el hombre es mono y en todas las civilizaciones y países. No es la mejor pagada, pero tampoco se valora y remunera con justicia el trabajo de una ama de casa, un voluntario  en labores humanitarias o un investigador.

En mi afán de continuar aprendiendo —afán, vocación, necesidad...— he hincado el diente a esta biblia de los guionistas. No pretendo escribir un guión, pero sus recomendaciones son válidas para todo escritor. Da perspectiva al guionista —y, por ende, al novelista— de lo que funciona en el mercado cinematográfico y enseña a crear historias bien construidas, que son las que tienen posibilidad de venderse a Hollywood.

Y es que no pretende ser un manual de creación de obras maestras, sino enseñar a escribir historias que funcionen. Siempre con la referencia de la realidad del mercado actual —fundamentalmente del cine, claro— donde se echan en falta buenas historias.

Distingue talento de oficio y se pregunta por qué en Europa se enseña en las universidades a pintar, esculpir, etc. pero no a escribir. Como si aquí creyésemos que la escritura es un arte puramente genial e intuitivo.

Es un libro muy completo que recomiendo sin duda alguna. Es grueso y denso, así que hay que estudiarlo con tiempo y calma, digiriendo su contenido para que aproveche.

A lo largo de todo el libro tendremos cientos de ejemplos que sustentan sus argumentos, confeccionando de paso una lista de películas con las que disfrutar. 

Una garantía, para el que necesite referencias, es que Robert McKee es responsable de historias como El hombre elefante, Gandhi, El color púrpura o Forrest Gump. Y de entre sus alumnos surgieron series geniales como Friends, Cheers y Ally McBeal.

¡Muuu!, de David Safier


Una vaca, Lolle, escapa de su granja del norte de Alemania junto con el toro que la ha engañado con una de las otras tres vacas que huyen con ella. Les guía, a su manera, un gato con mucho mundo. Huyen de la matanza que va a haber de toda la vacada ya que el ganadero vende la finca y todo el ganado. Se dirigen a la India, el paraíso de las vacas.

Es la novela que menos me ha gustado de David Safier. Parece un cuento infantil, sin serlo y adolece de falta de rigor (nunca lo pretende el autor) aunque lo lleva hasta la inverosimilitud. Con un argumento débil, escenas sin fuerza y cargado de reflexiones filosóficas superficiales, me ha dejado mal sabor de boca. Tan sólo algún diálogo ingenioso impulsó su lectura.

lunes, 18 de julio de 2016

El chino, de Henning Mankell


Un crimen atroz, el mayor de la historia de Suecia, asola al país en 2006. En Hesjövallen, un pueblo de la Suecia interior, aparecen muertos casi todos sus habitantes. Resultan ser familiares y han sido degollados de forma cruel. Una juez, Birgitta Roslin, investiga el crimen, siguiendo la pista china. Todo parece remontarse a siglos atrás. La construcción del ferrocarril en el oeste americano, chinos empleados como esclavos casi, la China actual que vive en una contradicción por mantener sus tradiciones e ideales maoístas y seguir el ritmo del desarrollo capitalista, países africanos dispuestos a acoger a millones de chinos para cultivar su tierra...

Leer a Henning Mankell es casi una garantía de entretenimiento. Esta novela, a pesar de no estar protagonizada por Wallander, también engancha. Sin embargo, no entiendo por qué la gente la valora tanto. Las descripciones no están muy logradas, ni de los personajes ni de los escenarios. Hay escenas sin mucho sentido y momentos de la trama que no se sostienen. También me parecen excesivas las reflexiones y digresiones históricas, los recuerdos del pasado de la juez, los comentarios y alegatos del narrador —aunque los ponga en boca de un personaje— y algún otro detalle. También de la traducción tengo mis dudas, pero es una batalla perdida. El lenguaje de los personajes no es natural. ¿Quién dice hoy, al hablar, "a la sazón llamado Rodesia"? Es sólo un ejemplo. Cuenta mucho, en lugar de mostrar... Estos detalles hacen que caiga un poco mi valoración global de la novela.

Es curioso un detalle: entiendo mejor los topónimos chinos que los suecos 😀. 

El librero, Roald Dahl


En esta ocasión no se trata de un relato para niños. Al menos de los pequeños. Sino de una historia, breve, de un librero y su secretaria, que se dedican a estafar a viudas bajo la tapadera de una librería de la famosa calle londinense donde hay tantas: Charing Cross Road.

La personalidad de los personajes viene reflejada en su físico y la idea de su negocio es ingeniosa. Lo menos verosímil, hoy, es la red de cuentas bancarias que abrieron... Como es un relato no se puede contar mucho sin destriparlo (espoliear podría ser un neologismo de los que tanto gustan).

El libro viene completado con unas magníficas ilustraciones de Federico Delicado.

jueves, 7 de julio de 2016

5 secrets of story structure, by K. M. Weiland


Como sabes, no dejo de estudiar y aprender. Me gusta mucho —por mi mentalidad cartesiana, no tanto por mi disciplina bohemia—esta escritora en su faceta didáctica. Tengo todavía pendiente leer sus novelas.

Tener una estructura bien medida y que se ajusta a los parámetros que cumplen las obras con mayor éxito me facilita el trabajo. No obstante, en ocasiones me parece demasiado rígido, hasta el punto en que temo que encorsete la naturalidad de la historia. 

Supongo que haré lo de siempre, lo que propuso Aristóteles: aurea mediocritas.

El bigote, de Emmanuel Carrère


Anagrama es una editorial que me gusta, creo que ya lo he dicho alguna vez. Su selección de obras y autores suele coincidir con mis preferencias.

Esta novela te encontrarás la historia de un hombre que se afeita el bigote que ha lucido durante años para dar una sorpresa a su mujer. El cambio es evidente, notorio e imprevisto. No obstante, para perplejidad del protagonista, su esposa no lo percibe. Al principio cree que es una juego de su mujer, bromista reconocida, pero luego vienen las discusiones y las dudas. ¿Sufrirá él algún trastorno y nunca llevó bigote? ¿Será ella la que sufre alguna alteración mental? Tampoco los compañeros del trabajo muestran signo alguno de notar el cambio, ni los amigos con los que cenan, ni el del estanco...

Una historia original. ¿Se puede hacer una novela sobre un bigote? ¿Un bigote inexistente? Pues parece que sí. Aunque yo creo que se extiende demasiado y en lugar de una novela corta, 121 páginas, se podría haber escrito un relato extenso. Me ha cansado un poco, incluso me ha hecho tener la sensación de agobio de un hámster atrapado en un laberinto de cristal, algo así como cuando leía a Kafka. El mérito está, sin duda, en alargar la escena y conseguir que se lea entera.

El final es impactante...

miércoles, 29 de junio de 2016

Tal vez Dakar, de Pablo Martín Carbajal


La cuarta novela de Pablo. La mejor. Su madurez narrativa se nota y por fin ha escrito sobre un tema que conoce bien y le pedí hace años: África. 

Como Director General del Gobierno de Canarias en sus relaciones comerciales con el Gran Continente, sus continuos viajes y su contacto con sus habitantes, Pablo es un testigo fiable de lo que narra.

Alterna muy bien la historia del viaje de Álvaro Camino a Senegal, la máscara que no le quiere vender Mariama y la presentación de Dakar que le hace Musa con flashbacks al París de la primera parte del siglo XX y las vanguardias artísticas de entonces: cubismo, dadaísmo, surrealismo... pero enlazados por las experiencias del senegalés Senghor y su amigo de Martinica Césaire, impulsores del movimiento de la Negritud.

Una bildungsroman o novela de crecimiento, pero que no se puede encasillar, pues también tiene algo de intriga, de viajes, un crimen... Cada personaje aporta algo esencial. Musa, trasunto de alguien real; Camila, con un papel más significativo de lo que parece; los taxistas, el empresario con familia en el gobierno, el policía... Un reflejo excelente de Dakar y su gente.

Álvaro, en su teórica mediocridad, demuestra tener más valor de lo que parece. Sólo ha necesitado la oportunidad. Quiere romper con su mujer, con su padre, con su familia... con su trabajo de funcionario no, que está en la zona de confort... y se encuentra con Musa y la importancia de la familia, de pertenencia a un grupo.

En África "pobre" se suele identificar con huérfano. Y es otro de los aspectos que revela la novela. El contraste entre los conceptos occidentales europeos y los africanos (con las salvedades de tal generalización. Ya dijo Kapuscinski que África es tan descomunal y gigantesca que no se puede dar atributos comunes a ese continente) de modo que se oponen individualidad y familia, el tiempo es diferente, la riqueza se entiende de manera distinta, lo abstracto a lo concreto, la tradición frente a la modernidad...

Por no hablar de los espíritus, los djinn que aparecen en el libro y que todos creen en él, hasta el propio Senghor, de cuya preparación y cultura nadie duda.

En fin, una novela completa que seguro que deja poso.

jueves, 23 de junio de 2016

Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé



Hay un aire nostálgico imprimiendo su pátina sobre cada página. Se percibe una memoria compartida por más de una generación en el ambiente vintage de la historia. Hasta su narración ha quedado algo obsoleta para los tiempos actuales que exigen más ritmo, más acción, más intriga, más tensión... Sin embargo, se lee bien. Los ojos se deslizan por sus páginas con fluidez. El lector se ve arrastrado por los párrafos aun cuando las digresiones aparecen como su parte principal. De hecho, hay momentos en que satura con sus reflexiones, descripciones líricas, referencias políticas y poéticas (o viceversa).

No me entiendas mal, el libro está muy bien. Los personajes están retratados perfectamente, los ambientes también, el lenguaje... todo. Es un gran libro.

Relata la historia de Manolo Reyes, conocido como Pijoaparte, un chico de barrio de padre desconocido que también es ladrón de motos. Su atractivo es el pasaporte para colarse en los ambientes de la burguesía catalana donde conocerá a Teresa Serrat y vivirá una historia de amor, breve y apasionada. Teresa es una niña bien, universitaria, progre, que vive en San Gervasio y veranea en Blanes. Junto con un compañero abandera las consignas de la lucha de clases, de defensa del proletariado, lee a Sartre y de Beauvoir... Es el típico ejemplo del joven idealista perteneciente a una familia con una buena posición económica que se aburre. Sí, ese hastío juvenil que manifiesta su rebeldía en defender lo opuesto a lo que sus padres representan. 

Esto no es óbice para que su atracción por Pijoaparte sea sincera. Todos esos jóvenes creen lo que defienden, como los hippies de los 70 que, llegados a una cierta edad, retornan al ambiente burgués de su casa, a los empleos de los despachos de sus padres o los negocios de la empresa familiar.

El final de la novela parece dejar las cosas en su sitio. El amor se desvanece, el entorno social de cada uno les arrastra, impidiendo la permeabilidad. Pijoaparte aspiraba a dar un gran salto social, demasiado grande, se le atragantó. Teresa se enamoró del ideal que construyó sobre la imagen de Manolo. Terminó el verano para ambos, de una forma más dramática para uno que para otra.


La magia del orden, de Marie Kondo


Marie Kondo, una japonesa que pone orden en nuestras vidas y en nuestros armarios. O lo intenta. Sus consejos son muy válidos, aunque algo extremos. También puede ser que me resista a tirar tanto como me aconseja.

Lo que es cierto es que cuando me da la ventolera y me pongo a tirar cosas en casa, me siento liberado. Y nunca me he arrepentido de desprenderme de lo que tiré.

Una pista que da el libro es: si el objeto no te aporta felicidad, a la basura. Coger un objeto y preguntarme ¿Esto me hace feliz? Hay que tener en cuenta otros factores como su utilidad, su apego emocional o su grado de sustituibilidad.

Hay que empezar con la ropa (sacar toda y cogerla por las manos), luego los papeles (garantías, instrucciones, recibos, libros... no se incluyen cartas de amor ni diarios), los cachivaches (cajón de sastre) y, por último, los objetos con carga emocional.

Hay que hacerlo de una vez, no poco a poco. Y no por habitaciones, sino por categorías (ropa, papeles...). Nada de regalárselo a tu hermana o a tus padres. Weg damit!

Lo que me ha chocado más es cuando habla de si esa prenda ha cumplido su misión en la vida y si es feliz en el armario y cosas así. Bueno, entiendo lo de la energía en los objetos, pero tanto como pensar que tienen emociones...

Yo no quisiera acabar como los norteamericanos que alquilan o compran enormes trasteros para arrinconar lo que no quieren tirar y que son vaciados por sus herederos. Estamos condicionados para acumular objetos, esclavizándonos, lastrando nuestra libertad y nos apegamos a lo más inverosímil con una infinita montaña de excusas y razones. Montaña de arena, después de todo.

Ya he empezado.

domingo, 29 de mayo de 2016

Emma, de Jane Austen


Esta vez tocaba clásicos. Al principio me esperaba una prosa más florida y pesada, pero es ligero de leer... aunque el ritmo es desesperante. Tooodo avaaaanza muuuy despaaaacio. No hay largas descripciones de los escenarios ni de los personajes, pero la acción tiene el ritmo de un té con pastas en el campo, sin prisa ni emoción.

Emma Woodhouse es la hija de un aristócrata cuya institutriz les ha abandonado porque se casó con el señor Weston. Su vida ociosa es el origen de la trama —cuando el demonio se aburre mata moscas con el rabo— y Emma se dedica a hacer de casamentera. Se cree que el matrimonio entre su institutriz y el señor Weston se ha fraguado gracias a ella y dedica su tiempo a lograr nuevos enlaces.

Primero con su nueva amiga Harriet Smith, hija natural de alguien, y para la que busca un marido del nivel social correspondiente. Así pone su mira telescópica en el señor Elton y procura forzar el enamoramiento del segundo. Induce a descartar a Harriet, al principio, la proposición del señor Martin, por considerarle un agricultor venido a más pero sin clase. Hasta que al final Harriet se casa con él, pero Emma descubre los orígenes de la propia Harriet —hija de un comerciante próspero— y se justifica el enlace...

En el fondo, por muy "bella, inteligente y rica" que sea Emma, tiene algo de esnob y clasista. Supongo que es algo normal en la época... bueno, y en la actualidad. Cada cual es clasista con respecto a los que considera inferiores a nivel social. Lo que salva a Emma a los ojos del lector es que  el tono del libro es cómico y la casamentera no ve cómo el señor Elton bebe los vientos por ella y no por Harriet, por ejemplo. También es gracioso el padre, el señor Woodhouse, tan hipocondríaco como divertido, que lamenta la mala calidad del aire de Londres y lo perjudicial del aire del mar, pese a que su otra hija, Isabella, le asegura que gracias a éste ha mejorado de sus problemas de garganta su nieta Bella.

El señor Elton es un advenedizo que buscaba un buen matrimonio, Frank Churchill no estaba enamorado tampoco de ella, sino de Jane Fairfax y es el omnipresente señor Knightley, el único que le ponía los punto sobre las íes, el que será por fin su hombre.

Me parece una novela sobrevalorada. Quizá fuese moderna en su día, pero hoy es lenta como una sala de espera.

martes, 3 de mayo de 2016

El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa


"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie"

Esta cita del autor resume, en cierto modo, el espíritu del libro.  Tan actual... 

Reconozco que no había leído el libro, quizá porque la edición amarillenta y estropeada que tenía me daba la impresión de contener una historia rancia e insulsa. Una vez más me he llevado una sorpresa agradable. La novela tiene un ligero tono nostálgico, está bien enmarcado en los acontecimientos históricos que tienen lugar en la narración y retrata de maravilla a todos los personajes, tan humanos que se hacen querer. Además, tiene metáforas preciosas y descripciones muy plásticas. Se mastica el polvo de la seca Sicilia y se escucha el tañir cansino de las campanas bajo un sol abrasador. 

La historia de Don Fabrizio, Príncipe de Salina, está inspirada en el abuelo de Lampedusa. No sólo él, sino más personajes, incluido Bendicò, el perro. Salina es el último representante de la aristocracia siciliana, llegan tiempos de cambio, la revolución de Garibaldi... pero Salina permanece estoico e impasible a los cambios, fiel a sus costumbres y rutinas. Adora a su sobrino Tancredi, que se une a los Camisas Rojas de Garibaldi a pesar de su origen. Tancredi es el típico camelador, pillo, encantador y divertido donjuán que se hace querer por todos. En Donnafugata, la residencia de verano de los Salina, ha prosperado el alcalde, don Calogero, y puede que de forma poco limpia. Pero don Fabrizio tiene que aceptar que nuevas familias entronquen con las más nobles, el dinero es su pasaporte. Tanto que da su beneplácito al matrimonio entre Tancredi y la bella hija de Calogero, Angelica. Todo cambia, todo tiene que cambiar... para que siga todo igual.

Una de las pistas, para mí, de que un libro es bueno es cuando me provoca la curiosidad de indagar en detalles sobre lo que narra. En este caso, la unificación italiana, Garibaldi, los bersagliere...

Algunas citas que me han gustado:

-Pertenece a una familia que, según me han dicho, es antigua o acabará siéndolo.
-Se puede obtener más de un interlocutor diciéndole "no he sabido explicarme" que "usted no entiende ni jota".
-Ese proceso de constante refinamiento social que al cabo de tres generaciones acaba transformando a unos labriegos brutos pero eficientes en unos caballeros indefensos.
-Los "señores" pueden montar en cólera o humillar a los demás, pero nunca les oirá usted una queja o una lamentación. Más aún, le daré una receta: si alguna vez se cruza con un "señor" quejumbroso y gruñón, fíjese en el árbol genealógico: seguro que encontrará una rama seca.
-Han conquistado algo que todos buscan salvo los santos: poder despreciar los bienes terrenales a fuerza de poseerlos. Quizá por eso no les preocupan ciertas cosas que a nosotros, en cambio, nos importan mucho; [...] he visto a don Fabrizio, hombre tan serio y tan sensato, enfadarse por un cuello de camisa mal planchado.
-Aunque no lo amase, sí estaba enamorada de él, lo cual es bastante distinto.
-Un palacio del que se conocen todas las habitaciones no constituye una morada digna.
-Es cierto que los regalos hay que valorarlos según el origen.
-Senatores boni viri, senatus autem mala bestia.
-La felicidad consiste en perseguir un objetivo, no en alcanzarlo.
-Cuán importante era permanecer impasible, porque en ello reside fundamentalmente la distinción.
-Superior a muchos, inferior a nadie.
-Mejor aburrirse uno que aburrir a los demás.
-No se habla más de las Camisas Rojas, pero ya volverán. Y cuando desaparezcan estas, vendrán otras de distinto color; y luego, nuevamente las rojas.


La estrella de Ratner, de Don DeLillo


Todo comienza cuando llega a la tierra una señal de radio procedente, al parecer, de un astro donde habita inteligencia extraterrestre. Billy Twillig es un niño de catorce años al que le acaba de dar el Nobel de Matemáticas y es enviado a un lugar secreto para descifrar esa señal. En aquel centro de investigación secreto son muchos los cerebros convocados, grandes inteligencias, aunque sus personalidades complicadas dan lugar a conflictos en la convivencia que llevan al caos.

¿A que el argumento suena bien?

Pues una vez más he pinchado en hueso. Me atrajo este libro en la librería por el tamaño, el grosor, la sinopsis de la contraportada... y porque no había leído nada de este autor. Pues no creo que le vuelva a leer. 

Parece de esos autores que escriben cosas complicadas de leer para parecer más intelectuales, herméticos, excelsos. A menudo porque se esconden en ese hermetismo para ocultar su vacuidad y falta de talento.

Y lo dice él mismo en la página 514: "No hace falta poner por escrito las palabras. Tú ya sabes qué aspecto tendrá cada página, y con saber eso ya basta. En realidad no hay más que eso. Existe toda una clase de escritores que no quieren que sus libros se lean. Hasta cierto punto, eso explica su prosa enloquecida. Si formas parte de esa clase de escritores, expresar lo expresable no es la razón de que escribas. Hasta resulta vagamente embarazoso que te entiendan. Lo que quieres expresar es la violencia de tu deseo de que no te lean. Es la fricción del público lo que enloquece a los escritores. Esa gente va a leer lo que escribas. Y cuanto más entiendan ellos, más vas a enloquecer tú. No puedes permitir que sepan de qué estás escribiendo. En cuanto lo sepan, estás acabado. Si formas parte de esa clase, lo que tienes que hacer es o no publicar o asegurarte del todo de que tu obra deje a los lectores tirados por los márgenes."

Pues pienso quedarme tirado en mis márgenes.



jueves, 28 de abril de 2016

La enzima prodigiosa, de Hiromi Shinya


Como cualquier ensayo, todo es cuestionable. Seguro que hay médicos que afirman lo contrario que Hiromi Shinya. Sin embargo, éste aporta su experiencia como especialista en cirugía colonoscópica y méritos reconocidos así que, en caso de duda, goza de toda mi credibilidad.

Por otro lado, empiezo a estar saturado de opiniones fiables contrapuestas. Últimamente he leído los perjuicios de la leche de soja, por ejemplo. Y Hiromi Shinya asegura muchas cosas, pero no aporta pruebas de sus afirmaciones. Empezando por la enzima madre o prodigiosa, que no es más que una entelequia de momento. El consumo de aceite de oliva no es recomendable para los japoneses, por ejemplo, pero aquellos pueblos con tradición de su consumo como los mediterráneos, éstos sí pueden. Si resumimos lo que recomienda, es convertirse en vegetariano: eliminar la ingesta de carne animal, lácteos, huevos y fritos, reducir la del pescado y centrarse en cereales y vegetales. Beber mucha agua, descansar y llevar un estilo de vida sano y alegre.

Al final, voy a hacer lo que dicta el sentido común: poca cantidad, sobre todo frutas y verduras, cenar lo mínimo, disfrutar con la comida...

Y para evitar el cáncer no voy a fumar, beber en exceso, drogarme ni meterme en política.

martes, 26 de abril de 2016

Un pequeño inconveniente, de Mark Haddon


Es curioso cómo, pese a tratar temas dramáticos, subyace un punto de humor que le quita gravedad a la novela. No sabría decir si se trata de humor inglés o mera sutilidad del autor. A pesar de lo que creen muchos que se acercan a la novela no se trata de un libro de humor ni divertido, aunque sí algo disparatado.

Pese a su elevado número de páginas, se lee con fluidez. El lenguaje es sencillo, que no ramplón, y alterna los puntos de vista de los distintos personajes sin despegarse de ellos aun siendo un narrador omnisciente.

George Hall descubre, recién jubilado, que su mujer Jean le engaña con un excompañero del trabajo. Se descubre un eczema y se cree que tiene cáncer. La escena del "pequeño inconveniente" me resulta dura de leer. O, más bien, de imaginar. ¡Vaya crudeza! La mujer duda entre el hombre que le hacer chiribitas y su marido. Su única meta es organizar la boda de su hija con el nuevo hombre con el que vive. Pero los hijos tampoco les facilitan las cosas.

Su hijo Jamie es homosexual e inseguro y no quiere perder su independencia pese a tener pareja, Tony. La hija, Katie, tiene toda la seguridad que le falta a su hermano, pero a veces se pasa de frenada. Se rehizo de su separación con Graham junto a Ray, al que su familia no acepta. Tiene un hijo, Jacob. Es pequeño, pero por su comportamiento me recuerda a los que sufren el síndrome de Asperger.

Mi opinión personal es que no se trata de tragedias épicas sino de dramas familiares y cotidianos. Sin trascendencia mundial, pero importantísimos para sus protagonistas. Sin embargo, no son esos dramas los que convierten la vida de los personajes en algo doloroso, sino la falta de comunicación entre ellos. Desde su infancia no hay comunicación profunda, reprimen sus sentimientos, ocultan sus pensamientos. Así, un caudaloso río de silencio discurre entre ellos impidiendo exteriorizarse el afecto que se tienen.

Son personajes imperfectos, donde querer o amar no siempre es algo evidente como en las películas, tienen sus dudas, sus inseguridades. De hecho, el personaje al que desprecian, Ray, es el más normal de todos. Casi el único.

La escena de la boda sí es típicamente inglesa, con su caos y humor y despropósitos. Tras ella todo vuelve a su cauce de "normalidad".

miércoles, 20 de abril de 2016

Cómo practicar la meditación. Centro Sivananda Yoga Vedanta


Un libro más avanzado de lo que esperaba. Por eso mismo, muy completo.

Aquí contempla la meditación como parte integral del yoga y tiene un enfoque claramente espiritual. El Centro Sivananda Yoga Vedanta es, al parecer, la mayor autoridad internacional en la enseñanza del hatha yoga y del raja yoga. Swami Vishnu-Devananda, discípulo de Swami Sivananda, llegó a occidente en 1957 y consagró su vida a transmitir mucho de lo que hoy sabemos de la meditación y el yoga.

En este libro se ofrece una guía para meditar. Nos lleva a ir en camino de un estilo de vida yóguico. Trata la concentración, el arte del pensamiento positivo, los mantras y el poder transformador de la meditación.

En la segunda parte profundiza sobre la meditación devociones, la orientación espiritual, los obstáculos...

Muchas son las imágenes, tanto de las asanas como de las divinidades hindúes y de palabras sánscritas. Pero también otras que ayudan a ilustrar cada mensaje y concepto. Lo que dije al principio: muy completo.

martes, 22 de marzo de 2016

Siddhartha, de Hermann Hesse


Esta es una de esas lecturas a las que vuelvo de vez en cuando. 

650 pesetas me costó en la Librería Lara de la plaza Fuente Dorada de Valladolid. No lo recuerdo, es que está el ticket. ¿Año? 1993 probablemente, porque la edición es de noviembre de 1992... Eso si no llegó a mis manos más tarde y por otra vía. Sé que quise leerlo y lo abandoné en las primeras páginas. No me gustaba. Y se cruzó en mi camino años más tarde y me resultó revelador. Tanto que lo subrayé pese a que no me gusta tarar los libros.

Hermann Hesse ya lo descubrió en 1922, después de una crisis existencial que tuvo en el 14. Esta espiritualidad enlaza con el budismo y más que una novela es un poema épico en prosa, incluso unas reflexiones noveladas.

Siddhartha es un joven brahmán que deja su casa y a su familia en busca de la sabiduría. Sabiduría que resulta ser una aptitud o capacidad, no un cúmulo de conocimientos. Comienza como un samana, viviendo como un mendigo, en continua peregrinación. Aprende tres cosas muy útiles: Ayunar, meditar y esperar. Llega a conocer al mismísimo Buda, pero a diferencia de su amigo Govinda, decide no seguirlo para continuar en su propia búsqueda. 

Durante un tiempo (20 años) baja a los hábitos mundanos de la acumulación de riqueza, deseos y tiene una amante, Kamala, que es más que eso ("las palabras son nocivas para el sentido secreto de las cosas; todo cambia ligeramente cuando lo expresamos") hasta que toca fondo y de nuevo lo deja todo. Vuelve donde un barquero que conoció en su viaje de ida a la ciudad y se queda con él. Un barquero, Vasudeva, que ayudaba a cruzar el río a la gente. Un sabio. 

Apareció Kamala por allí, con el hijo de ambos también llamado Siddhartha, pero muere por el mordisco de una serpiente. Siddhartha se vuelca en su hijo, que le desprecia y acaba abandonándole con la misma frialdad con la que él mismo abandonó el hogar de su infancia. Junto a Vasudeva envejece Siddhartha y alcanza el Uno, la Paz, el Todo.

Es difícil entender todas las reflexiones metafísicas del libro (del budismo). O, más bien, asimilarlas. Pero no es difícil darse cuenta de cómo hay que escuchar (al río y sus voces, el mismo río siempre, y siempre distinto). La historia es amena y ayuda a reflexionar sin quebrarnos la cabeza, a cuestionarnos la realidad, la vida que llevamos, lo que queremos y lo que realmente somos.

Colgando de un hilo, de Dorothy Parker

Dorothy es una escritora nacida en el 93 y que nos habla de historias telefónicas. Bueno, ya imaginamos que el teléfono es el pretexto, que lo interesante son las historias humanas. Así, aunque nos hable de teléfonos con cable, conferencias en "larga distancia" y otras antigüedades parecidas, las conversaciones, el humor, el amor, las ansiedades... son las de toda la vida. 

Algunos cuentos están compuestos tan solo de diálogos. Magistrales. No se nos escapa nada a pesar de que no haya narrador. En otros, la descripción el la mínima imprescindible. Y es que reconocemos las dudas de los personajes, sus anhelos, sus inseguridades porque son sentimientos eternos. A menudo hay alcohol, locales clandestinos por la Ley Seca, mujeres modernas que van solas a los bares y mujeres que no se mueven porque se les ha roto una liga. Hay hombres que no las escuchan aunque las oigan, a las mujeres, y esta incomunicación es idéntica hoy en día. Pero, sobre todo, hay humor, cinismo y humanidad.

Dorothy nació en el 93, en 1893, pero sus cuentos siguen teniendo la frescura de lo perenne, el reconocimiento de las emociones universales.

La edición es magnífica, me encanta tener entre mis manos un libro de páginas gruesas, con dibujos (a veces tan solo unas líneas, telefónicas, unos cables rojos...) y con relieve en las portadas. Un libro que huele a papel (¿De  qué harán los otros?), con márgenes y sin líneas apretujadas. Un capricho.

Me habría gustado estar en la tertulia del Algonquin y escuchar a Dorothy en directo. Invitarla a un martini y permanecer callado junto a ella y el resto.

domingo, 6 de marzo de 2016

Swinging Christmas, de Benjamin Lacombe


El dibujante Benjamin Lacombe consigue fascinarme con sus dibujos. Este cuento navideño de Olivia Ruiz es sencillo de leer, con un punto ingenuo y... fallido. Su final cierra una historia sin punto de tensión, que no ha evolucionado de forma verosímil y que me ha frustrado las expectativas que iba creándome.

Lo que más me ha gustado es la banda sonora. Aquí sí que hay una: el libro viene con un disco incorporado (que he extraviado de tanto ponerlo en el coche, en la minicadena, en el ordenador...). 

Me gustaría que otros libros, las novelas que me gusta leer, trajeran su banda sonora, su acompañamiento acústico (y, puestos a pedir, olfativo. ¿Por qué no incorporar pestañas con aromas?) que redondee la percepción sensorial de la historia.

La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe


Sherman McCoy es un broker de Wall Street, algo cretino, de buena familia, en la cresta de la ola social y económica de Nueva York. Vive en Park Avenue, engaña a su mujer, camina con pasos firmes sobre una seguridad ficticia. En el fondo es un tipo inseguro, henchido de soberbia y débil de carácter. Cuando viene de recoger a su amante, vulgar y arribista, del aeropuerto se pierde la salida de la autovía y se mete en el Bronx más marginal, en tierra hostil. Cuando van a ser atracados ella toma el volante y salen huyendo. Sin embargo, hubo un encontronazo que no podrán ignorar y le arrastrará a la desesperación y el ostracismo.

Es uno de esos libros que se convierten en libros de cabecera, de los que te acompañan en las mudanzas. Mi ejemplar se mudó conmigo desde mis tiempos en la biblioteca del Regimiento Acorazado de Caballería Farnesio nº 12 y amarillea, pero no envejece.

Acabará convirtiéndose en un clásico, un retrato de una época, una sociedad, una ciudad. Aquellos legendarios años 80, con su música y su moda, y una ciudad que sigue siendo la capital del planeta.

Ni que decir tiene, me encanta el tema. No he llegado a ser Amo del Universo. Ni siquiera de mi barrio, pero de algún modo, reconozco el ambiente. Parte del mérito, sin duda, corresponde a Tom Wolfe. Puede que sea su mejor libro. Consigue proporcionarte mucha información sin que parezca que que te está soltando toda la documentación que ha encontrado. Los personajes son retratados por sus actos y emociones, el ritmo de la acción te arrastra, como el de la propia Nueva York.

Me gusta menos el abuso que hace de los puntos suspensivos y las onomatopeyas. Aunque no llegan a constituir un estorbo para la historia. 

La verdad poco importa. Lo que más influye es quién y cómo lo cuenta. 

La falsedad del dinero, de las relaciones sociales y de las noticias. Todo es falso. La prensa es un arma, el cuarto poder, al servicio del que paga. Los que dependen de los votos hacen lo que sea necesario para ser elegido (aquí se trata del fiscal de distrito Abe Weiss, porque el sistema americano impone que sean elegidos por sufragio). Las amistades y compañeros de Sherman McCoy le dan la espalda en cuanto su estrella se nubla, sin pudor ni disimulo. Fallon, el periodista sin escrúpulos ni méritos, pasa de estar en la cuerda floja a brillar como el oropel en cuanto tiene la primicia de un caso mediático: un blanco, élite social y económica de Manhattan, es acusado de atropellar a un negro en el Bronx. Su camino hasta el Pulitzer se forjó pisando a alguien. En esto consiste el éxito en la sociedad actual, parece, trepar pisando.

El reverendo Bacon es el típico mafioso que se aprovecha de las minorías marginadas para enriquecerse. Su discurso populista, sus artimañas, su despiadada ambición se llevarán por delante todo lo que haga falta. No le importa nadie.

En las situaciones extremas salen los personajes y cualidades auténticas de cada uno. Quedamos retratados como lo que somos, con luces y sombras. También esto se retrata en el libro. ¡Brillante!

El final. Verosímil, aunque no es el que me habría gustado. Como la vida misma, verosímil (bueno, a menudo no tanto), pero que no proporciona los finales más esperados, lógicos, justos o felices.

martes, 2 de febrero de 2016

Como la sombra que se va, de Antonio Muñoz Molina



Es una pena cuando hay que dejar de leer un libro porque no te gusta. Más aún cuando se disfruta de lo bien escrito que está. Pero hace ya tiempo que decidí no terminar los libros, ni concederles ya la lectura de la mitad, si no lo leía con gusto.

En esta novela no conseguía mantener el interés. No me importaba la reconstrucción hipotética de la huída del asesino de Martin Luther King y poco más la vida del autor mientras creaba "El invierno en Lisboa". La pugna entre la historia (no pasaba nada) y la forma (una forma de narrar muy plástica) se perdió a favor del abandono.

Y eso que al final del libro hay más referencias al proceso creador, a la actitud del escritor, a la esencia de la escritura... y todo esto me habla en mi idioma. Sin embargo, no es suficiente. Me caen muy bien Antonio y Elvira, me gusta lo que suelen escribir, pero mi vida tiene una duración limitada y no puedo privar de su oportunidad a tantos libros que me esperan para ser leídos. 

miércoles, 20 de enero de 2016

En el café de la juventud perdida, de Patrick Modiano


El otro regalillo de los Reyes Magos, ¡qué graciosillos! Y también con un montón de páginas en blanco (le dará vergüenza al editor vender un libro más fino por ese precio). Espero que no me den nunca el Nobel o, sin tengo esa fortuna, sepa aceptarlo con el cinismo apropiado. Tranquilos, con los amigos que estoy haciendo en este blog no me dejarán entrar nunca en sus círculos.

Vale, está bien escrito. Lo que no es poco y valoro mucho. Agradezco leer cosas de calidad. Pero... sí, un pero, cómo no. Y es el siguiente: ¿escribir bien está reñido con contar historias? Cada día es más común leer buenas historias mal escritas y buenos libros que no cuentan nada, sólo páginas con digresiones del autor, malabares lingüísticos, exhibición literaria, florituras sin savia.

En esta novela me he aburrido. No por el esfuerzo que se le pide al lector, que participo del juego si hace falta, sino porque parece que escatima información de forma gratuita, que dosifica los datos esenciales (que los superficiales los riega a gusto), que quiere mantener intrigado al lector a base de posponer el misterio. Para luego decepcionar.

Y es que gastar dinero en libros y tiempo en lectura para recibir una historia intrascendente... De acuerdo, hay gustos para todo, esnobs que aplauden a los escritores del status quo hagan lo que hagan y sí, lectores que sinceramente disfrutan de estos libros. Cada uno busca algo diferente en sus lecturas. A mí me irrita ver la Literatura en manos de conventículos pseudoliterarios, como producto de consumo o a merced de autoridades sin autoridad y premios fatuos. O de autoridades fatuas y premios cuyo único valor es crematístico.

No me apetece ni realizar una sinopsis del libro (de hecho podría inventarme una porque lo de la contraportada me da la impresión de ser una interpretación de las varias posibles). Me han cansado las referencias toponímicas. Salvo que leyese con un plano de la mano era incapaz de ubicar las calles y cafés. Igual que en la novela "Domingos de agosto", este autor satura de nombres de calles, plazas y locales. Eso sí, apenas los describe. O da por hecho que el lector los conocerá de sobra o se lo pone de deberes.  O será la soberbia del autor, que no se molesta en pensar en el lector, o sólo piensa en lectores franceses...

Leo reseñas de distintas personas y no lo entiendo. O yo soy muy corto o no veo las citas, referencias, alusiones y muchos de los elementos que se repiten en cada uno. Ya digo, seré yo muy miope, no va a ser que todos (salvo un par) se copian y repiten la "nota de prensa" que alguien oficializó.

sábado, 16 de enero de 2016

Domingos de agosto, de Patrick Modiano


Los Reyes Magos me han traído un par de novelas de este autor. En cuanto me enteré de que había ganado el premio Nobel pensé en devolverlos, pero como son los Reyes...

En efecto, comencé a leerlo y lo quise dejar. Confuso, sin interés, gris como la lluvia de Niza en invierno. Di que, como es breve (sobre todo si le quitas el montón de páginas en blanco que mete la editorial para engordar el volumen) y era fin de año...

Sigo sin entender a los personajes que hacen cosas contra su voluntad y sin estar atados por una obligación o deber. ¿Tanto les cuesta decir no? ¿Rechazar una oferta? Ya sé que la vida puede sorprendernos con esta posibilidad, pero no deja de chirriarme.

Aquí, el narrador protagonista se encuentra en Niza, donde había llegado hacía tiempo, y lo recuerda, con Sylvia, huyendo con un diamante robado. Su encuentro con Villecourt le trae recuerdos. De Sylvia, del propio Villecourt y de dos personajes que les invitan a Sylvia y a él, pero que esconden algo. 

En fin, que parece una novela policiaca, sin serlo; romántica, sin serlo; nostálgica, sin lograrlo. Tampoco de misterio pese a la información que escatima y que el autor va dosificando. Nunca consiguió provocar mi curiosidad y sí el tedio.

No me gusta su estilo, todas las acotaciones del narrador son con "dijo", cede en el lector el rellenar demasiados huecos de la historia...

domingo, 10 de enero de 2016

Drácula, de Bram Stoker


He leído esta versión, traducida por Mario Montalbán y prologada por Rodrigo Fresán, aunque tengo la sensación de que no es la mejor. La he cotejado con la versión traducida por Vicente Molina Foix y prologada por Luis Alberto de Cuenca y me gusta más la segunda. Es más, en mi libro falta para del texto final, la nota final de J. Harker.

Poco se puede añadir al mito requeteconocido del vampiro. Si acaso que el Conde Drácula no sólo se puede transformar en murciélago, sino también en niebla. Y que el sol no lo desintegra, sino que le vuelve extremadamente débil.

Los que hayan leído la novela original sabrán que está redactado en base a cartas, anotaciones en el diario y grabaciones de los personajes. Sí, grabaciones en fonógrafo. Porque sorprende lo moderno de los conocimientos en una época que suponemos preindustrial y arcaica. Sin embargo, se tratan aspectos de psicología, patología, feminismo (Mina Harker nos parece muy independiente y autosuficiente para su tiempo), sociológica (refleja los distintos estamentos y el comportamiento esperado en cada uno de ellos, incluso el del propio conde, que no admite ser enterrado en un cementerio común, junto a los villanos), religioso (siempre presente), científico (realizan transfusiones de sangre, graban en fonógrafo...), etc.  Incluso utilizan la taquigrafía.

Sin que me parezca una novela sobresaliente en lo literario, es indiscutible su calidad, demostrada en su permanencia más allá del personaje. Hay aspectos de romanticismo, escenas góticas y todo lo mencionado en el párrafo anterior. El final (evitaré el spoiler) es el que parece algo breve y sencillo, después de tantas páginas de tensión y persecución.