jueves, 13 de diciembre de 2012

La cena, de Herman Koch

Dos matrimonios quedan para cenar en un restaurante del centro de Amsterdam de precios exorbitantes. Tiene que hablar. De sus hijos adolescentes. De un crimen que han cometido y de cómo encubrirlo... o no. Está en juego su futuro. Uno es Serge Lohman, candidato favorito a primer ministro de Holanda. El otro, su hermano Paul, ex profesor de historia. Ambos acuden a cenar con sus mujeres y sus preocupaciones.
Conforme avanzan los platos que explica el maître bajo la batuta de su meñique se suceden los trapos sucios familiares manifestando un contraste entre las apariencias y las realidades. Como diría Carolina Herrera, "claro que soy hipócrita: eso se llama buena educación".
El caso que narra creo que está inspirado en un hecho real sucedido en Barcelona hace unos años, unos jóvenes de familia acomodada que agreden a una indigente que dormía en el interior de un cajero. También los hijos de los protagonistas de la novela le tiran un bidón de gasolina que se prende y la mata. Las cámaras lo han grabado todo, pero no se distingue bien a los autores, aunque puede que sea suficiente para...
El autor aprovecha la narración para plantear cuestiones políticamente incorrectas, igual que en su otra novela "Casa de verano con piscina". La sociedad violenta en la que vivimos, la incomunicación entre padres e hijos, la reinserción social del delincuente. Me ha recordado a un trabajo que presenté en segundo de carrera en la asignatura de Derecho Penal. La novela plantea dilemas éticos. ¿La sociedad toleraría eliminar individuos inhumanos no reinsertables? ¿Lo piensa, pero no lo dice?
La evolución de la historia es paralela a la de los platos. Con los apertitivos se habla de cine y veraneo. Van entrando en materia, mediante flash backs, por ejemplo, con los entrantes y el segundo plato. Para cuando llega el postre -momento de tratar los temas serios en toda comida de trabajo o negocios- el tema está sobre la mesa. El digestivo o licor presenta el desenlace y la propina es el colofón. No hay que olvidar la cita inicial del libro, de la película de Tarantino Reservoir Dogs.
Me ha hecho gracia algunas descripciones de Holanda que hace el narrador. El ruido de las conversaciones en los restaurantes, cómo los franceses no toleran a los holandeses pese a que veraneen mucho en su país, del despotismo de los profesionales de la hostelería... He tenido la sensación de que los holandeses se nos parecen a los españoles. De hecho, hay mucha afinidad entre los dos países.
Creo, sin embargo, que el autor da demasiadas vueltas presentando a los personajes, pretendiendo crear una intriga, ocultando información o datos, lo que hace que decaiga la tensión de la lectura. Como el nombre de la misteriosa enfermedad de Paul Lohman, que le convierte en un psicópata violento y que se trata de una enfermedad hereditaria. Por tanto, es normal que su hijo sea violento... Me parece que este detalle resquebraja la solidez de la novela. El narrador es el propio Paul, así que sacar esta información a media novela es como hacer trampa al lector. ¿Pretende justificar así determinados crímenes? Para mí, la novela decae en vez de ganar conforme avanza. Quizá el autor tuvo miedo de presentar a unos personajes indeseables, sin coartada psiquiátrica.
En cuanto a la novela de Herman Koch, dejo una pregunta en el aire para todos los padres: ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para encubrir a nuestros hijos?