lunes, 6 de abril de 2015

Agatha escribía con sangre, de Mariano F. Urresti


Mariano vuelve a presentarnos una novela en la que otro escritor inspira sus páginas. Lo hizo con Conan Doyle y su eterno Sherlock Holmes, Julio Verne y, ahora, Agatha Christie. Consigue así, para los que somos grandes lectores, motivarnos a retomar la lectura de esos autores, a recuperar el espíritu de lo que nos enganchó en su día: buenas historias, aventuras...

En esta novela he tenido la impresión de estar leyendo una de Agatha Christie. Incluso la disposición de los personajes, las pistas y el despiste... Pero actualizada con escenarios cercanos y reconocibles. Alternaba los capítulos en el presente con los del pasado (y los números en romanos o árabes, según el caso). Venenos, apuñalamientos, celos, venganza, muchos sospechosos o con motivos para matar...

Un homenaje del autor a la reina de las novelas de crímenes. 

sábado, 4 de abril de 2015

El enigma del convento, de Jorge Eduardo Benavides


Con esta novela ganó el premio Torrente Ballester en 2013, aunque a mí los premios no me garantizan nada. Antes al contrario. En este caso, como conozco al autor, las referencias me sobraban.

Alterna dos escenarios, capítulo sí, capítulo no, durante casi el setenta por ciento de la novela (después confluyen y avanza la historia como un torrente hacia el desenlace): El convento de Santa Catalina en Arequipa y el Madrid de un Fernando VII recién "recuperado". Deja cada capítulo con la intriga abierta de manera que tira del lector para seguir avanzando en la historia. Aunque al principio me parecía casi pueril la técnica, se demostró efectiva porque me enganchó. Por no hablar de su riqueza léxica y dominio de la narración, de los tiempos, de las descripciones, de las emociones y las reflexiones... Da gusto leer libros tan bien escritos.

Manuel Goyeneche, ministro plenipotenciario de Fernando VII en el Perú, ha llegado a Madrid después de sofocar las revueltas independentistas en su tierra natal. Sin embargo, un secreto familiar amenaza con arruinar su herencia y manda a una sobrina a recuperar unos documentos vitales escondidos y custodiados en el Convento de Santa Catalina. Un convento que es una ciudad en miniatura, no sólo viven las religiosas, y donde no reina tanta serenidad como cabría esperar. Crímenes, conspiraciones, viajes, traiciones, amor, silogismos aristotélicos, jugadas de ajedrez, revueltas políticas, lances de espada... ¡Hay de todo en esta novela!

Opiniones de un payaso, de Heinrich Böll



No es que haya leído menos, o más lento, que también, pero es que sólo cuelgo en el blog algunas de las lecturas. ¿Por qué? Lo mismo que respondería ¿para qué? No lo sé. Por forzarme a resumir algunos de los libros que leo, sabiendo que salvo uno o dos seguidores a los que agradezco su inexplicable fidelidad, nadie está pendiente de mi lista de lecturas.

Con esta novela de Böll me he encontrado uno de esas historias que no son agradables, pero que marcan. Creo que sin gustarme ha dejado huella (el tiempo lo dirá).

Heinrich Böll es un autor comprometido, o de literatura comprometida, como constata su bibliografía. Y escribía bien, no lo dudo. Tanto que el protagonista suscita pasiones encontradas en sus lectoras (y lectores), ha creado un personaje y unas historias creíbles. Tema aparte es que quizá las encuentre, hoy, algo decrépitas, oscurecidas por la pátina del tiempo, pasadas de moda. Mantienen el vigor del valor que supuso en su día escribir esa novela, aunque hoy no llegue ya a los lectores del siglo XXI.

Hans Schnier es un payaso de veintisiete años (que parece tener cincuenta) al que le ha abandonado su mujer, Marie. Él culpa al entorno católico de ella, que describe como sectario. Hans ni cree ni duda, simplemente es ateo. Cuando ella quiere que se casen por la iglesia él acepta (aunque a Hans casarse por el juzgado le gusta todavía menos), pero a ella no le basta, quiere que acepte convencido, deseándolo. Sin embargo, él no puede fingir algo que no cree.

Es la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Desde su apartamento de Bonn se dedica a llamar a distintos personajes, conversaciones que rozan el surrealismo en ocasiones. Se emborracha. Es el estereotipo del payaso triste, pero que en lugar de pena produce desprecio. En su soberbia no ve como va cayendo poco a poco en la miseria que le llevará debajo del puente. Pierde trabajos, vive al día, no hace gracia.

Critica al nazismo, al catolicismo, a los partidos políticos (sobre todo el CDU)... pone en evidencia la hipocresía de los pronazis que parecen haber desaparecido después del final de la guerra. Como si nadie hubiera apoyado a Hitler en su día. Aunque, es curioso, esos que estaban convencidos en la supremacía de su raza ahora ocupan puestos relevantes en las empresas y estamentos de la nueva sociedad germana.

Me recuerda Hans Schnier un poco a Meursault, el extranjero de Camus. La sociedad no acepta que no forme parte de ella. La sociedad necesita etiquetarte: ateo o creyente (da igual la fe), con una ideología política, cumplidor de la ley o mercenario. Lo que no tolera es al individuo que se sale de los cánones, como Meursault y como Schnier. Sin embargo, El extranjero es un novelón que releo de vez en cuando y Opiniones ha caducado en la forma.