martes, 11 de noviembre de 2014

Guapa de cara, de Rafael Reig

Tenía ganas de leer algo de este escritor por eso de que junto con Antonio Orejudo y Eloy Tizón son algunas de las referencias de la narrativa actual. Se dice que hacen buena literatura y que forman una generación. Bueno, las etiquetas a mí no me dicen mucho, igual que los grandes premios. Así que me puse manos a la obra, quiero decir, ojos a la página.

La novela me descolocó al principio, con un Madrid distópico, inundado y navegable. El agotamiento del petróleo en 1979 forzó que los desplazamientos por la capital tuvieran que ser en lanchas y barcos. España acabó constituyendo la Federación Ibérica de los Estados Unidos en la que se habla anglo (lo cuenta, pero no lo muestra). Poco a poco fui entrando en la historia, narrada por la muerta, Dolores Eguíbar, escritora asesinada de un disparo. Deambula por distintos escenarios seguida de su hijo literario y, a la postre biológico, con un ojo vago y con el que tiene una relación... extraña (por no desvelar más).

Creo que no se puede clasificar la novela ni de género negro, ni ciencia ficción, ni novela psicológica... Es una mezcla de todo. Me parece que está muy bien escrita, con eficacia y precisión. La historia no es que me haya gustado mucho, pero no me impide reconocer la arquitectura.

Los lectores de Madrid reconocerán muchos de los lugares mencionados en el libro, sobre todo los de generaciones anteriores. También son identificables las referencias a un pasado común que hemos tenido todos los que estudiamos EGB. Las meriendas, los juegos, las casas de cuéntame. Los aficionados a la lectura encontrarán referencias a autores clásicos y hasta se despacha la protagonista con Azorín y Unamuno. Para que no falte de nada, hay alusiones cinematográficas y musicales, sobre todo a canciones de Los Secretos.

En resumen, más que por la historia he leído este libro por interés entomológico. Leer algo bien escrito justifica el tiempo dedicado.

domingo, 2 de noviembre de 2014

En picado, de Nick Hornby

Una novela que engancha por su sencillez. Me gusta mucho este libro, el primero que leo de este autor. No puedo sino reconocer su eficacia en la narración y apreciar las referencias a un realismo casi galdosiano, aunque sin las extensas descripciones decimonónicas. De hecho, las descripciones son mínimas.

Son cuatro los narradores, como cuatro los protagonistas, cada uno con su voz y su personalidad. Nick Hornby es un maestro para retratar el lenguaje y mentalidad juvenil, el de la rebelde Jess hija del ministro de Educación y paradigma del fracaso en eso mismo: educación. Martin es un presentador de televisión defenestrado tras un incidente sexual con una menor. JJ un fracasado músico de Rock y Maureen, una mujer gris atada a cuidar de su hijo Matty, en estado vegetativo.

Los cuatro coinciden en la azotea de la Toppers' House con intención de suicidarse en Nochevieja. Pero parece que el suicidio es un acto íntimo y ninguno llega a saltar por la cornisa. Así que deciden posponer el acto a la siguiente fecha más elegida por los suicidas: San Valentín.

Hornby trata a los personajes con humanidad y respeto. No son perfectos y todos pertenecen al grupo de gente con la que nos podemos cruzar en la vida. El autor no elige a héroes ni modelos, sino a seres humanos con fallos y virtudes, lo que dota de mayor verosimilitud a su historia. Nos habla de sus historias humanas y una pátina de humor baña todo el libro, sin por ello trivializar los dramas personales de cada uno ni el tema del suicidio, la depresión o la frustración.

El final es el que me ha dejado algo más decepcionado. No porque esté mal, pero no está cerrado y en esta historia me lo esperaba. Es un final coherente con el resto de la historia, realista. La vida sigue y, en este caso en concreto, en un doble sentido.