Una novela que engancha por su sencillez. Me gusta mucho este libro, el primero que leo de este autor. No puedo sino reconocer su eficacia en la narración y apreciar las referencias a un realismo casi galdosiano, aunque sin las extensas descripciones decimonónicas. De hecho, las descripciones son mínimas.
Son cuatro los narradores, como cuatro los protagonistas, cada uno con su voz y su personalidad. Nick Hornby es un maestro para retratar el lenguaje y mentalidad juvenil, el de la rebelde Jess hija del ministro de Educación y paradigma del fracaso en eso mismo: educación. Martin es un presentador de televisión defenestrado tras un incidente sexual con una menor. JJ un fracasado músico de Rock y Maureen, una mujer gris atada a cuidar de su hijo Matty, en estado vegetativo.
Los cuatro coinciden en la azotea de la Toppers' House con intención de suicidarse en Nochevieja. Pero parece que el suicidio es un acto íntimo y ninguno llega a saltar por la cornisa. Así que deciden posponer el acto a la siguiente fecha más elegida por los suicidas: San Valentín.
Hornby trata a los personajes con humanidad y respeto. No son perfectos y todos pertenecen al grupo de gente con la que nos podemos cruzar en la vida. El autor no elige a héroes ni modelos, sino a seres humanos con fallos y virtudes, lo que dota de mayor verosimilitud a su historia. Nos habla de sus historias humanas y una pátina de humor baña todo el libro, sin por ello trivializar los dramas personales de cada uno ni el tema del suicidio, la depresión o la frustración.
El final es el que me ha dejado algo más decepcionado. No porque esté mal, pero no está cerrado y en esta historia me lo esperaba. Es un final coherente con el resto de la historia, realista. La vida sigue y, en este caso en concreto, en un doble sentido.
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