jueves, 24 de octubre de 2013

Jesus liebt mich, de David Safier - Traducciones

Marie Holzmann es una periodista entrada en los treinta y en algún kilo de más que no ha logrado más que un puesto en el Malente Kurier, el periódico de su pueblo, y con enchufe de su padre. Se enamora de los hombres equivocados y, cuando consigue que uno se quiera casar con ella, Sven, ella le dice que no en el altar mismo. Pues para rizar el rizo se enamora del carpintero que viene a reparar el tejado de casa de su padre, un judío de Palestina llamado Joshua, que posee un magnetismo increíble y que le revela a Marie que es el propio Jesús, que ha vuelto para el Juicio Final.

Por medio está el padre Gabriel, que no es otro que el Arcángel que ha renunciado a las alas por amor, el de la madre de Marie. Y Satanás, encarnado en George Clooney, Alicia Keys o cisne negro.

Este libro lo estoy leyendo tal cual, en alemán. ¿Que si soy masoquista pudiendo leer la traducción? El aprender un idioma (nunca se deja de hacerlo) requiere esfuerzo y, al menos, esta novela es fácil de leer. No es tan divertida como "Maldito Karma", aunque sí que tiene un fino humor y es entretenida. También recurre a lugares comunes, pero para una lectura de verano no importa. Quizá lo más atractivo del libro es que es políticamente incorrecto. Bueno, debería decir, religiosamente incorrecto. Sin embargo, su irreverencia no me transmite falta de respeto.

Lo que me desagrada es la traducción. Tengo la versión en español y me saltan cristales a la córnea ver cómo el traductor hace lo que le da la gana. Siempre procuro matizar que respeto a los traductores, pues su labor es colosal, pero veo que no todos están cualificados. ¿Cómo se puede decir que la Virgen María tenía arrugas omitiendo que en el texto en alemán dice arrugas de/por la preocupación? Eso cuando no se salta una línea entera. No lo entiendo. Lo que me preocupa es plantearme qué estoy leyendo cuando me sumerjo en un libro traducido, hasta qué punto es fiel al texto original, no sólo en el significado formal, sino también en el fondo, la intención subyacente, el contexto cultural implícito, la sonoridad de las palabras originales perdidas en la traducción y que el autor sin duda tuvo en cuenta, el ritmo... ¿Un traductor no tiene que manejar todas estas variables? A veces pretende un protagonismo que no le corresponde (como he visto en un traductor de Ken Follett, que emplea un léxico más rico que el usado por el autor, que ha manifestado su voluntad inequíva de emplear un lenguaje sencillo o "prosa transparente", (sic). Ejemplo: Follett escribe que una flecha atraviesa las tripas de... y el traductor pone saeta y entrañas. ¿Con qué derecho?)

miércoles, 23 de octubre de 2013

Cinco golpes de genio, de Ronaldo Menéndez

Como escritor, considero que nunca se termina de aprender. Bueno, como escritor y como persona. Aunque cada vez es menos lo que aportan las lecturas de técnica literaria, no dejo de reciclarme y estar abierto a nuevos recursos. Estoy convencido de que siempre habrá alguien que aporte una nueva idea, otro enfoque para acometer un problema, soluciones efectivas o alternativas. Además, los tiempos cambian, los gustos de los lectores también y las nuevas tecnologías imponen una condición competitiva y de adaptación.

Este libro parte de textos de grandes cuentistas (Borges, Salinger, Bierce, Cortázar, Akutagawa) y su tono es didáctico y ameno. Útil, sobre todo, para los que parten de cero.

domingo, 20 de octubre de 2013

Geronimo Stilton

Estoy leyendo algunos libros de Geronimo Stilton al tiempo que mis hijas. Son libros atractivos, dinámicos, variados y con contenido. El texto cambia de tamaño y de color, hay dibujos en todas las páginas, los diseños son variopintos... Es una fórmula atractiva para los primeros lectores, muy visual, casi acústica. El lenguaje es sencillo y en cada libro se transmite información: siempre hay datos históricos o culturales auténticos. Se incluyen tests, adivinanzas, juegos, pegatinas, páginas con olores, recetas, planos y mapas, trucos, manualidades, chistes... y tienen un complemento más interactivo en su página web.

La autora, Elisabetta Dami, se esconde bajo los seudónimos de sus personajes y ha conseguido una larga serie de libros repletos de aventuras, viajes y misterios. El protagonista es Geronimo Stilton (cuyo apellido se debe al queso inglés), un escritor y director del periódico "El eco del roedor", que viven en Ratonia, capital de la Isla de los Ratones.

Me gusta leer lo que mis hijas leen o ver las películas y series que prefieren. Aunque es cierto que lo hago por supervisar los contenidos, no realizo una labor censora, como me han acusado recientemente. Luego he pensado que sí, que quizá lo haga y que los prejuicios del que me recriminó mi actitud no eran tales. Sin embargo, ¿cuál es mi obligación como padre en la educación de mis hijas? ¿No debo vigilar lo que comen, leen o ven en la televisión? La "censura" existe, pues les veto algunos programas por su contenido violento, soez o inapropiado para su edad. ¿Quién dice que mi criterio es el correcto? Mi intención de formar personas maduras, con valores, juicio y, sobre todo, que sean felices.

Puede que me equivoque, pero son mis criterios y valores lo que he de transmitir, en los que yo creo, y que pienso que son lo mejor para ellas.

No impongo una dictadura absoluta pues, pese a que la serie de televisión "Violetta" no me gusta ni me parece apropiado para su edad, se la permito ver pues les encanta y me parece un culebrón inofensivo (asumido que nada es aséptico ni inofensivo al 100%). 

Es mi responsabilidad educarlas y formarlas, y algunos libros o dibujos de la tele que superviso me permiten disfrutar de este deber, como es el caso de la saga Stilton.

martes, 8 de octubre de 2013

Ni de Eva ni de Adán, de Amélie Nothomb

Amélie, que a los 5 años se fue de Japón, vuelve con 21 a Tokio y comienza a dar clase de francés a Rinri, un joven de familia acomodada que quiere convertirse en templario. Inician una relación sentimental con episodios cómicos.
Una nueva novela autobiográfica (redundancia o contradicción) de la autora, como Estupor y Temblores, Metafísica de los tubos o El sabotaje amoroso.
El libro transpira niponfilia, lo cual respeto, aunque la descripción que hace de las costumbres, tradiciones y comida japonesa me inspira casi ternura. Un pueblo que imita lo occidental, aunque de forma artificial e insípida. Donde las emociones se ocultan en público. Tienen tantas aficiones mecánicas y pasatiempos estrambóticos que a veces me parecen extraterrestres. Robóticos, sería más apropiado.
No sé si la protagonista o la autora (o ambas) es así en la realidad, pero me ha resultado pedante, alardeando de sus conocimientos (sobre todo de idiomas y libros), pelota (con las cervezas de Bélgica o el francés, "mi colosal idioma"), e incluso cursi (gritando "banzai" al amanecer en el Fuji). Ella misma reconoce tener una "tendencia al lirismo megalómano".
La comicidad de la historia se debe a lo ridículo de algunas situaciones, que sí pueden tener su punto humorístico, aunque también rozan lo paródico.
Me ha sorprendido descubrir que el monte Fuji tiene 3.776 metros de altura, poco más que otro volcán, el Teide, con 3.718. La descripción de la ascensión al Fuji me ha recordado a la del volcán canario. Pero yo no me creo Zaratustra ni subo al cráter como si estuviera hasta arriba de estupefacientes.
La narración... pues está bien que no explique, que deje huecos a la imaginación o la curiosidad del lector, pero en ocasiones parecen narraciones fragmentadas e inconexas. El lenguaje es, en ocasiones, pedante y (de nuevo no sé cuánto se debe al traductor) artificioso.
Así que no sé si me ha gustado o no. Dejaré que el tiempo deje su poso en mi memoria y el inconsciente me dé la respuesta.

Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas.

He vuelto a releer este libro. Se me habían olvidado más cosas de las que pensaba. De nuevo me he divertido y he disfrutado.
¿Cuántas veces hemos suspirado por un manual de instrucciones para tratar con los hijos? Hasta que salga ese libro tenemos el de tratar con nuestra pareja. Después de esta relectura, me sorprende que hombres y mujeres sigamos casándonos y conviviendo. ¡Somos alienígenas unos para otros!
Me tranquiliza, otra vez, darme cuenta de que mis rarezas o defectos no son míos, sino que los comparto con más de tres mil millones de hombres (ya he descontado a los gays). Sin embargo, ser consciente de ello me anima a corregirlos, o a intentarlo.
Entender a alguien ayuda a amarlo. Si ya quieres a esa persona, la convivencia es todavía mejor, más armónica y relajada.