Todo comienza cuando llega a la tierra una señal de radio procedente, al parecer, de un astro donde habita inteligencia extraterrestre. Billy Twillig es un niño de catorce años al que le acaba de dar el Nobel de Matemáticas y es enviado a un lugar secreto para descifrar esa señal. En aquel centro de investigación secreto son muchos los cerebros convocados, grandes inteligencias, aunque sus personalidades complicadas dan lugar a conflictos en la convivencia que llevan al caos.
¿A que el argumento suena bien?
Pues una vez más he pinchado en hueso. Me atrajo este libro en la librería por el tamaño, el grosor, la sinopsis de la contraportada... y porque no había leído nada de este autor. Pues no creo que le vuelva a leer.
Parece de esos autores que escriben cosas complicadas de leer para parecer más intelectuales, herméticos, excelsos. A menudo porque se esconden en ese hermetismo para ocultar su vacuidad y falta de talento.
Y lo dice él mismo en la página 514: "No hace falta poner por escrito las palabras. Tú ya sabes qué aspecto tendrá cada página, y con saber eso ya basta. En realidad no hay más que eso. Existe toda una clase de escritores que no quieren que sus libros se lean. Hasta cierto punto, eso explica su prosa enloquecida. Si formas parte de esa clase de escritores, expresar lo expresable no es la razón de que escribas. Hasta resulta vagamente embarazoso que te entiendan. Lo que quieres expresar es la violencia de tu deseo de que no te lean. Es la fricción del público lo que enloquece a los escritores. Esa gente va a leer lo que escribas. Y cuanto más entiendan ellos, más vas a enloquecer tú. No puedes permitir que sepan de qué estás escribiendo. En cuanto lo sepan, estás acabado. Si formas parte de esa clase, lo que tienes que hacer es o no publicar o asegurarte del todo de que tu obra deje a los lectores tirados por los márgenes."
Pues pienso quedarme tirado en mis márgenes.
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