Dorothy es una escritora nacida en el 93 y que nos habla de historias telefónicas. Bueno, ya imaginamos que el teléfono es el pretexto, que lo interesante son las historias humanas. Así, aunque nos hable de teléfonos con cable, conferencias en "larga distancia" y otras antigüedades parecidas, las conversaciones, el humor, el amor, las ansiedades... son las de toda la vida.
Algunos cuentos están compuestos tan solo de diálogos. Magistrales. No se nos escapa nada a pesar de que no haya narrador. En otros, la descripción el la mínima imprescindible. Y es que reconocemos las dudas de los personajes, sus anhelos, sus inseguridades porque son sentimientos eternos. A menudo hay alcohol, locales clandestinos por la Ley Seca, mujeres modernas que van solas a los bares y mujeres que no se mueven porque se les ha roto una liga. Hay hombres que no las escuchan aunque las oigan, a las mujeres, y esta incomunicación es idéntica hoy en día. Pero, sobre todo, hay humor, cinismo y humanidad.
Dorothy nació en el 93, en 1893, pero sus cuentos siguen teniendo la frescura de lo perenne, el reconocimiento de las emociones universales.
La edición es magnífica, me encanta tener entre mis manos un libro de páginas gruesas, con dibujos (a veces tan solo unas líneas, telefónicas, unos cables rojos...) y con relieve en las portadas. Un libro que huele a papel (¿De qué harán los otros?), con márgenes y sin líneas apretujadas. Un capricho.
Me habría gustado estar en la tertulia del Algonquin y escuchar a Dorothy en directo. Invitarla a un martini y permanecer callado junto a ella y el resto.
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