domingo, 10 de enero de 2016

Drácula, de Bram Stoker


He leído esta versión, traducida por Mario Montalbán y prologada por Rodrigo Fresán, aunque tengo la sensación de que no es la mejor. La he cotejado con la versión traducida por Vicente Molina Foix y prologada por Luis Alberto de Cuenca y me gusta más la segunda. Es más, en mi libro falta para del texto final, la nota final de J. Harker.

Poco se puede añadir al mito requeteconocido del vampiro. Si acaso que el Conde Drácula no sólo se puede transformar en murciélago, sino también en niebla. Y que el sol no lo desintegra, sino que le vuelve extremadamente débil.

Los que hayan leído la novela original sabrán que está redactado en base a cartas, anotaciones en el diario y grabaciones de los personajes. Sí, grabaciones en fonógrafo. Porque sorprende lo moderno de los conocimientos en una época que suponemos preindustrial y arcaica. Sin embargo, se tratan aspectos de psicología, patología, feminismo (Mina Harker nos parece muy independiente y autosuficiente para su tiempo), sociológica (refleja los distintos estamentos y el comportamiento esperado en cada uno de ellos, incluso el del propio conde, que no admite ser enterrado en un cementerio común, junto a los villanos), religioso (siempre presente), científico (realizan transfusiones de sangre, graban en fonógrafo...), etc.  Incluso utilizan la taquigrafía.

Sin que me parezca una novela sobresaliente en lo literario, es indiscutible su calidad, demostrada en su permanencia más allá del personaje. Hay aspectos de romanticismo, escenas góticas y todo lo mencionado en el párrafo anterior. El final (evitaré el spoiler) es el que parece algo breve y sencillo, después de tantas páginas de tensión y persecución.

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