miércoles, 29 de mayo de 2013

El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon

 
Nos encontramos con la gran aventura de Christopher Boone, un niño autista de quince años. Primero decide investigar quién ha matado a Wellington, el perro de la vecina de enfrente, con una horca. Vive con su padre, que se esfuerza en darle todo lo que necesita, y su mascota Toby, una rata. Le encantan las matemáticas, quiere ser astronauta y es incapaz de mentir. El color rojo es señal de buena suerte; el amarillo, puede contribuir a un día negro. Tampoco le gusta el marrón. Pero le encantan los números primos. Su vida da un giro inesperado cuando encuentra unas cartas que su padre escondía en una caja de camisas.

De nuevo una relectura placentera. La novela tiene un narrador inusual y está sembrado de imágenes, las que Christopher percibe en su aventura. Me ha gustado porque he entendido un poco más la problemática de esta enfermedad, tanto para los autistas como para su familia. No es fácil el día a día con alguien tan especial. Luego podrán llegar a ser genios en física o matemáticas, pero emocionalmente están muertos.

Narrado en primera persona tiene la virtud de meternos en la cabeza de un enfermo autista de alto funcionamiento, de hecho Christopher es un genio en matemáticas. Sufre, además, el síndrome de Asperger. Es incapaz de reconocer las emociones, las expresiones faciales y los chistes, no soporta que le toquen y la mentira es algo inconcebible e inaceptable. Los diálogos son brillantes, fruto de su lógica y los convencionalismos sociales de los mayores, que apenas somos capaces de decir la verdad. Es un chico que inspira cariño. A pesar del drama de la historia, tiene momentos de humor.

Él, como todos los autistas, es un número primo. Ese número al que le quitas todo lo que le rodea y queda ensimismado.

domingo, 26 de mayo de 2013

La teoría del vaso de agua, de Javier Menéndez Llamazares

Me ha gustado mucho esta novela. Rezuma humor por los cuatro costados, sin ser una narración de chistes o bromas fáciles. Es más la sonrisa condescendiente. Los personajes se hacen querer, son tiernos, muy humanos. La ingenuidad de Carmen Arruti; Naakt, el provo holandés; Canaletto, Jan Böttcher... También toda la historia tiene su banda sonora, con canciones y mitos de la música de finales de los 60, incluso de grupos y tendencias experimentales. Está muy bien narrado, de forma ágil, ambientado de manera excelente y con rigor (aunque echo en falta alguna descripción más plástica) y con diálogos transcritos con maestría.

Carmen Arruti, Mentxu, abandona Hondarribia (Fuenterrabía) para estudiar en Berlín y hacer prácticas en la librería Samizdat. Pronto deja la residencia de las monjas para mudarse a una comuna. Es detenida tras la agresión contra el magnate de la prensa alemana, Axel Springer, al que los universitarios del 68 consideraban el responsable e incitador del atentado contra el líder estudiantil Rudi Dutschke. Böttcher la interroga tratando de identificarla con Erika la Roja, un personaje de cómic clandestino, justiciera y vengadora.

Un ambiente que nos recuerda a la realidad reciente, de jóvenes antisistema, libertinaje sexual (de ahí el título de la novela), ideales y propuestas de revolución. Una revolución que demanda la juventud cuando el estado llega a cotas de corrupción intolerables, pero que al final se diluye con el aburguesamiento de los revolucionarios.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Mishima o la visión del vacío, de Marguerite Yourcenar

Este ensayo pensé que me aproximaría a la literatura de Yukio Mishima. La autora parecía ser un buen cicerone. Pero me he encontrado con una reseña biográfica entretenida, pero no determinante en este sentido. Parece haber procurado más un acercamiento a la mente o el alma del autor nacido en Tokio. Tan sólo al final, cuando Kimitake Hiraoka (verdadero nombre de Mishima) reconoce en 1969 que al mirar atrás, a sus últimos 25 años de vida, sólo ve el vacío. Como si no hubiera vivido, afirma.

Ha sido muy interesante ver cómo en sus novelas hay "motivos literarios" y alegorías que, de no conocer su vida o la cultura nipona, pasan desapercibidos. Este ensayo me ha hecho algo más cercano a Mishima, y he de releerlo cuando me plantee abordar otra novela del japonés.

lunes, 13 de mayo de 2013

El lector, de Bernhard Schlink

Cada vez releo más. A veces por placer, casi siempre por "obligación". Y me alegro. Volver a un libro que te ha gustado (porque no releo lo que no me hizo disfrutar, salvo que un poderoso argumento lo justifique) es degustarlo. Ha desaparecido la intriga, pues suelo recordar su contenido, pero se abren ante mí nuevas ventanas. Giros e imágenes que tenían su razón de ser y que en una primera lectura pasaron desapercibidas salvo al inconsciente. Me recuerda a cuando disfruto de un plato cuyo sabor ya conozco, apenas hay sorpresas, aunque sí descubro matices, detalles, me regodeo en lo ya conocido.

Con esta novela, todavía reciente en mi memoria, he apreciado la pulcritud del autor. No es un libro que me apasione, pero está bien escrito, con un tono plano, casi como un informe jurídico. Hay ideas para reflexionar, nada es blanco ni negro y hasta lo más oscuro debemos interpretarlo con cuidado. Algunos planteamientos filosóficos muy interesantes.

Michael Berg, convaleciente de hepatitis con quince años, es atendido en la calle por Hanna Schmitz, de treinta y seis. Ella le baña, él le lee libros, hacen el amor, descansan. Un ritual que se extiende durante meses hasta que ella desparece, se va de Berlín sin dejar rastro. Esta experiencia hace madurar a Michael, aunque le marca de por vida. En la facultad de derecho, siete años más tarde, asiste a un seminario que le lleva a asistir a un juicio contra varias guardianas de las SS de campos de concentración, entre ellas: Hanna. Ella no se defiende de las acusaciones, tiene un comportamiento extraño... que hace descubrir a Michael la razón: es analfabeta. Y esto le da tanta vergüenza que prefiere asumir la culpabilidad de crímenes antes que revelarlo. Todas las decisiones de su vida, cuando ésta podía mejorar, dependieron de su analfabetismo.

Condenada a cadena perpetua, Michael le envía cintas de casete con libros que él lee para ella. No la escribe, sólo le lee. Hanna, poco a poco, acaba aprendiendo a leer. Michael no va a visitarla. Tan sólo cuando la conceden el indulto toma a su cargo la responsabilidad de su reinserción en la vida fuera de la cárcel y acepta la invitación de la directora del penal de ir a recogerla el día de su salida. Demasiado tarde.

Al parecer está, al menos en parte, inspirada en la propia vida del autor.

sábado, 11 de mayo de 2013

La tumba de Verne, de Mariano F. Urresti

Nos encontramos ante una novela dinámica, que arrastra al lector a través de las páginas en la misma búsqueda de respuestas que los protagonistas.
G. G. Ávalos es un profesor jubilado y amante de los misterios. Su amigo periodista, al que no soporta, Miguel Capellán, con quien comparte afición y su hija única Alexia se embarcan en una aventura para descubrir quién era el tal Nemo que le enviaba cartas encriptadas al difunto Ávalos.
De Cuenca a Vigo, de Vigo a Amiens... a la tumba de Verne donde no acaba todo, sino que el final es el principio. Un manuscrito inédito del autor galo, la imagen esculpida en su tumba, el atentado que sufrió a manos de su sobrino Gaston, sociedades secretas que mueven los hilos del mundo... ¿Verne perteneció a una de ellas? La llamada Niebla... ¿Fueron ellos los que le ilustraron sobre los avances de la ciencia permitiéndole anticipar tantas historias fantásticas en su tiempo y cotidianas para nosotros hoy? La inmortalidad de esos miembros ignotos de la Niebla es una de las claves. La escultura del cenotafio de Verne corroboraría esta tesis. El libro destila incógnitas que todo el mundo tiene en mente y que no quedan despejadas de manera categórica. De hecho, la novela póstuma e inédita "París en el siglo XX", ambientada en el año 1960 con una fidelidad aterradora.
No soy yo quien opinar sobre la obra de Mariano F. Urresti, teniendo él decenas de libros publicados y yo ser nadie en el mundo literario. Y como le conozco personalmente y le aprecio me cuesta poner peros al libro. Sin embargo, he de ser sincero y por eso creo que de momento sigue siendo mejor investigador que narrador, pues a mí sus notas a pie de página me han sacado de la historia en más de una ocasión. Me interesa esa información, pero la preferiría al final del libro. También abusa de los datos que transmite, de manera repetitiva, a lo largo de la historia e intenta colarla poniéndola en boca de los personajes. También algunas descripciones son superfluas pues pretende describir a algún personaje afirmando que ni es gordo ni flaco, ni alto ni bajo, ni joven ni viejo... o sea, sin rasgo definidor. Para eso, mejor no decir nada y centrarse en un mero detalle que sí identifique al personaje. Por suerte, esto último me lo aclaró Mariano. El personaje de Miguel Capellán es así, indefinido, camaleónico, gris. Tan sólo plasma un rasgo como su incipiente alopecia o las botas de Coronel Tapioca, en general con intención peyorativa. Por lo tanto, esa no-descripción es premeditada.
Estos y otros detalles sobre los que yo pensé que el editor (o alguien al que pagan para eso) apercibía al autor para pulirlos. Pese a todo he de decir que la novela me enganchó y no paré hasta terminarla.