Esta novela me ha recordado a la de Truman Capote, "A sangre fría", por esa combinación de ficción y documentación periodística. A mí me ha servido para poner orden al batiburrillo de datos sobre esa lejana guerra que ha tenido lugar no hace tanto ni tan lejos. Ahora sitúo las ciudades masacradas, los lugares devastados, pongo cara a los genocidas y me revuelvo inquieto en la silla. Hay demasiada familiaridad con los síntomas que desembocaron en aquella guerra cruenta y cierto agitar de banderas reciente. El caldo de cultivo de toda guerra es una crisis económica. Añadamos ingredientes varios como patrias, etnias, religiones y políticos y sólo faltará un cocinero que encienda el fuego.
Las citas que hace Clara son muy ilustrativas, como la de Göring "por supuesto que la gente no quiere guerra [...]. Es tarea de los líderes del país encaminarlos, dirigirlos hacia ella. Es muy fácil: todo lo que tienes que decirles es que están siendo atacados [...]. Funciona igual en todos los países, sean democracias, monarquías o dictaduras". Los enfrentamientos entre vecinos son avivados por los políticos de turno, cuyos hijos, curiosamente, se libran de ir al conflicto bélico. Primero nos meten miedo y luego procuran que ese miedo se convierta en odio.
Hay más citas: "El patriotismo es el último refugio de los canallas" o "La glorificación de lo autóctono, la contemplación extática de nuestro pequeño e insignificante ombligo" o "El nacionalista no tiene problemas. Cree conocer sus valores básicos. [...] No le interesan ningunos otros. [...] Es una ideología totalitaria, es negación de los que no son como ellos"... Habla de Serbia, los Balcanes o de cualquier guerra. No hemos aprendido nada de la historia o la naturaleza humana.
Me encantan personajes como Danilo Papo y su pelo rojo, la lucidez de Petar y la ingenuidad de Nadica. He descubierto el bogomilismo. Y no olvidemos a la protagonista, Ana Mladic, hija del genocida Ratko y futura cirujana, a punto de acabar la carrera. Adoraba a su padre, creía a pies juntillas lo que le contaba, era su héroe y, además, un héroe para los serbios. Hasta que en un viaje a Moscú descubre lo que el resto de la gente piensa de él. Se niega a reconocerlo, pero la semilla de la duda está plantada. Poco a poco va reuniendo evidencias que hacen que su mundo, construido en torno a su padre, se desmorone. El desenlace trágico nos deja un montón de incógnitas. ¿Pretendió Ana dar una lección a su padre? ¿Fue insoportable vivir con la carga de ser hija de un genocida sádico? ¿Por qué no aprovechó a dejar una nota antes de pegarse un tiro con la Zastava de su padre? Una pistola con un valor muy simbólico... Al parecer fue en balde, aparte de un par de lagrimitas, Ratko Mladic no dejó de asesinar con crueldad, dejando para la historia la masacre de Srbrenica.
He tenido el lujo de conocer a Clara cuando vino a presentarnos su novela en Suances. Nos amplió con sus conocimientos detalles de la novela y nos mostró su calidad humana. Supo contagiar su entusiasmo por el tema y mantener la atención de todos los que fueron a disfrutar de su charla.
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