domingo, 11 de agosto de 2013

Un cuento chino, de Tilman Rammstedt

He pinchado en hueso. La sinopsis del libro era sugerente, hay pasajes estrambóticos, ingeniosos y también simpáticos, pero no engancha. Me ha decepcionado.
Keith Stapperpfenning narra desde China sus vacaciones con el abuelo, ese viaje que le han regalado entre todos por su octogésimo cumpleaños y en el que ha tenido que acompañarle Keith. Sin embargo, no han salido de Alemania. Keith se esconde en su piso, duerme bajo el escritorio, y envía postales a sus hermanos con las experiencias en el país.
Tiene alguna relación de parentesco con sus hermanos, pero no siempre común; está prometido con la novia de su abuelo; el internista de Westerwald le llama por teléfono para informarle del fallecimiento de su abuelo...

domingo, 14 de julio de 2013

Memorias del Marqués de Sotoancho, de Alfonso Ussía

Estoy leyendo las memorias de Sotoancho (o, como dijo Vázquez Figueroa, "los recuerdos", porque memoria sólo hay una). Cada vez tengo más interés por las biografías, pero no es que me atraiga la vida y milagros de este marqués ficticio, sino que me son de utilidad. También porque mi estrés actual no me permite más que una lectura ligera y que no me exija continuidad. 
Son divertidas, no de carcajada, sino de sonrisa. El retrato va más allá de la caricatura y es agradable encontrar guiños y referencias a personajes reales. Además, he encontrado frases muy buenas, de las de subrayar, y estoy ampliando mi vocabulario: me obliga a consultar el diccionario.

lunes, 1 de julio de 2013

El tango de la guardia vieja, de Arturo Pérez-Reverte

La novela más entretenida de Arturo Pérez Reverte en años. Tediosa a ratos, pero muy plástica y kinestésica. El ritmo es lento, reflexivo, los personajes miden sus palabras, analizan cada gesto y cada silencio. Me gustan los paisajes, los cuadros de luz, olores y sensaciones. Los detalles están reflejados con precisión, los reconocemos como propios. También me agrada la sabiduría de los protagonistas. En cambio, no el ritmo que alarga las escenas sin avanzar, hundido en reflexiones e interpretaciones ante cada gesto o palabra. Hay momentos de tensión, pocos, pero de auténtica emoción. Sin embargo, predominan las escenas sosegadas, reposadas, incluso melífluas.
Tengo una sensación de déjà vu con los personajes. Max Costa es Coy y es Lucas Corso y puede que Andrés Faulques. Mecha Inzunza es Tánger Soto, no tanto Teresa Mendoza, aunque La Mujer es una misma a través de la historia, creo que sostiene el autor, está en cada una de las mujeres del planeta.
Max Costa es un bailarín mundano, en las múltiples acepciones del término. Conoce a bordo del Cap Polonio a Mecha Inzunza y surge una atracción entre ellos. A pesar de ese amor difícil, sólo se ven en tres ocasiones a lo largo de su vida. En 1928 en Buenos Aires, donde desembarcaron; en 1939 en Niza y en 1968 en Sorrento.
En Sudamérica Max ayuda al marido de Mecha a componer un tango al estilo original, de la Guardia Vieja. En Niza se ve involucrado en un caso de espionaje relacionado con la Guerra Civil española. En Sorrento es un torneo de ajedrez lo que les reúne de nuevo.
No puedo evitar, al leerlo, recordar la película "Atrapa un ladrón". La elegancia del ladrón de guante blanco, bailarín y galán, con principios. Y ella, Grace Kelly, portada incluso de la novela.
Me he dado cuenta de que la historia más reciente la narra en presente de indicativo, en contraste con las otras dos, de un pasado anterior... Las escenas de sexo son explícitas y los cigarrillos, omnipresentes.
En resumen, una historia entretenida, la mejor del autor en años, tanto en forma como en fondo.

martes, 18 de junio de 2013

Seda, de Alessandro Baricco


La primera vez que leí este relato, que no tiene tamaño de novela (como propugnaba E. A. Poe, es relato si se lee de un tirón; en otras palabras, claro), no me impresionó demasiado. Agradable, sin más, como una brisa de verano. Ahora llevo tres o cuatro lecturas. No es que constituya uno de mis favoritos, pero le voy encontrando más virtudes, sobre todo de forma. Las metáforas, el lenguaje (y eso que se trata de una traducción), su concisión elegante, el sonido de las palabras... Su brevedad le permite las más amplias interpretaciones por los lectores. En mi club de lectura llegamos a dudar de si se trataba del mismo libro. Sin embargo, todos esos matices interpretativos son enriquecedores, permiten intuir décimas partes sumergidas del iceberg.

Esta historia es sensorial, evanescente, delicada... como la seda. Transmite la calidez y serenidad de un té de amapolas con música de Chopin. 

Para qué voy a contar que Hervé Joncour viaja una y otra vez a Japón en busca de huevos de gusano de seda, que vuelve a Lavilledieu, con su mujer, pero que vive obsesionado con una nipona cuyos ojos no están rasgados. Su pasividad, pese a su vida ajetreada, se resume en esta cita: "...Era uno de esos hombres que prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración a vivirla. Son personas que contemplan su destino de la misma forma en que la mayoría acostumbra contemplar un día de lluvia".

Otra pepita: "Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca". O cuando se cerraron de nuevo las puertas de la jaula y dentro "centenares de pájaros volaban protegidos del cielo". Para reflexionar...

miércoles, 29 de mayo de 2013

El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon

 
Nos encontramos con la gran aventura de Christopher Boone, un niño autista de quince años. Primero decide investigar quién ha matado a Wellington, el perro de la vecina de enfrente, con una horca. Vive con su padre, que se esfuerza en darle todo lo que necesita, y su mascota Toby, una rata. Le encantan las matemáticas, quiere ser astronauta y es incapaz de mentir. El color rojo es señal de buena suerte; el amarillo, puede contribuir a un día negro. Tampoco le gusta el marrón. Pero le encantan los números primos. Su vida da un giro inesperado cuando encuentra unas cartas que su padre escondía en una caja de camisas.

De nuevo una relectura placentera. La novela tiene un narrador inusual y está sembrado de imágenes, las que Christopher percibe en su aventura. Me ha gustado porque he entendido un poco más la problemática de esta enfermedad, tanto para los autistas como para su familia. No es fácil el día a día con alguien tan especial. Luego podrán llegar a ser genios en física o matemáticas, pero emocionalmente están muertos.

Narrado en primera persona tiene la virtud de meternos en la cabeza de un enfermo autista de alto funcionamiento, de hecho Christopher es un genio en matemáticas. Sufre, además, el síndrome de Asperger. Es incapaz de reconocer las emociones, las expresiones faciales y los chistes, no soporta que le toquen y la mentira es algo inconcebible e inaceptable. Los diálogos son brillantes, fruto de su lógica y los convencionalismos sociales de los mayores, que apenas somos capaces de decir la verdad. Es un chico que inspira cariño. A pesar del drama de la historia, tiene momentos de humor.

Él, como todos los autistas, es un número primo. Ese número al que le quitas todo lo que le rodea y queda ensimismado.