El melocotón que me estoy merendando me va a dejar mejor sabor de boca que esta novela. Volví a Patrick Modiano porque lo citaba otra novela que sí me gustó... y es que los premio Nobel de Literatura no son lo mío. Aburren. Al menos en la literatura reciente. Me faltan Borges y Delibes, por ejemplo.
Últimamente leo muchas novelas francesas contemporáneas, de Antoine Laurain, Laurence Cossé, Emmanuel Carrère, Jean-Paul Didierlaurent, Sophie Divry, Amélie Nothomb, Iréne Némirovsky, Anna Gavalda, Muriel Barbery, David Foenkinos... con resultado dispar aunque, en general, positivo. Y habrá quien me recrimine la falta de autores galos más intelectuales o que lea también a autores españoles... Pues vale.
A lo que iba. Volví a leer a Modiano, pero creo tener la certeza –menos cuanto mayor soy– de que no voy a comprar ninguna novela más de este autor.
Tengo la sensación de leer siempre el mismo libro. Siempre una novela de intriga sin llegar a ser policiaca, muy intimista o reflexiva, también subjetiva, con el punto de vista y las emociones de un personaje en primer plano.
Las circunstancias o sucesos son también peculiares. Con la inverosimilitud de lo kafkiano, pero más ordinarias. Una sensación de grisura lo impregna todo.
La novela me ha resultado espesa, viscosa. Fácil de leer, pero incómoda de vivir.
El escritor Jean Daragane recibe una llamada que le ofrece recuperar una agenda de teléfonos perdida. Sale de su aislamiento para rebuscar en las calles de París y en su memoria unos fragmentos de su pasado que había olvidado. No interesa el crimen en sí, tampoco el éxito de la investigación, tan sólo borrar la niebla que hundió los recuerdos en el olvido.
Como siempre, las descripciones son mínimas. No lograba el autor que me interesase quién era Torstel. Tampoco resulta interesante, más que para Daragane, descubrir quiénes fueron aquellos personajes de su infancia. Si hubiera dejado la novela por la mitad no me quedaría con las ganas de saberlo. Da igual por qué su madre lo dejó en manos de una mujer que falsificó un pasaporte para él e intentó pasar la frontera. Los hechos no importan, sólo sus impresiones, recuerdos, emociones... como son subjetivas, a mí tampoco me importan.
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