Esta vez tocaba clásicos. Al principio me esperaba una prosa más florida y pesada, pero es ligero de leer... aunque el ritmo es desesperante. Tooodo avaaaanza muuuy despaaaacio. No hay largas descripciones de los escenarios ni de los personajes, pero la acción tiene el ritmo de un té con pastas en el campo, sin prisa ni emoción.
Emma Woodhouse es la hija de un aristócrata cuya institutriz les ha abandonado porque se casó con el señor Weston. Su vida ociosa es el origen de la trama —cuando el demonio se aburre mata moscas con el rabo— y Emma se dedica a hacer de casamentera. Se cree que el matrimonio entre su institutriz y el señor Weston se ha fraguado gracias a ella y dedica su tiempo a lograr nuevos enlaces.
Primero con su nueva amiga Harriet Smith, hija natural de alguien, y para la que busca un marido del nivel social correspondiente. Así pone su mira telescópica en el señor Elton y procura forzar el enamoramiento del segundo. Induce a descartar a Harriet, al principio, la proposición del señor Martin, por considerarle un agricultor venido a más pero sin clase. Hasta que al final Harriet se casa con él, pero Emma descubre los orígenes de la propia Harriet —hija de un comerciante próspero— y se justifica el enlace...
En el fondo, por muy "bella, inteligente y rica" que sea Emma, tiene algo de esnob y clasista. Supongo que es algo normal en la época... bueno, y en la actualidad. Cada cual es clasista con respecto a los que considera inferiores a nivel social. Lo que salva a Emma a los ojos del lector es que el tono del libro es cómico y la casamentera no ve cómo el señor Elton bebe los vientos por ella y no por Harriet, por ejemplo. También es gracioso el padre, el señor Woodhouse, tan hipocondríaco como divertido, que lamenta la mala calidad del aire de Londres y lo perjudicial del aire del mar, pese a que su otra hija, Isabella, le asegura que gracias a éste ha mejorado de sus problemas de garganta su nieta Bella.
El señor Elton es un advenedizo que buscaba un buen matrimonio, Frank Churchill no estaba enamorado tampoco de ella, sino de Jane Fairfax y es el omnipresente señor Knightley, el único que le ponía los punto sobre las íes, el que será por fin su hombre.
Me parece una novela sobrevalorada. Quizá fuese moderna en su día, pero hoy es lenta como una sala de espera.