Me conformo con poca cosa. De hecho, los pequeños detalles son los que me proporcionan más felicidad.
¿No resulta curioso encontrarse a uno mismo en la biblioteca?
Mi libro, Terrones de Sal, está en la biblioteca Gabino Teira de Torrelavega. ¿Quién ha decidido adquirirlo? No lo sé. Pero ahora puedo desaparecer de la superficie del planeta y mi modesta obra me sobrevivirá, mientras dure el papel, junto a las grandes obras de la literatura universal. Me he colado por una rendija.
Algún lector se puede encontrar con un libro azul de portada atractiva y título original y, aunque no conozca al autor, puede llegar a leerlo.
Me parece un privilegio llegar a compartir estanterías con Lope de Vega, Lorca, Lovecraft, Lowry, London...
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