¿Un libro optimista?
Bueno, el tono es desenfadado, casi divertido; el protagonista es positivo, optimista quizá. Aunque roza lo ingenuo... ¿o no? No siempre todo es lo que parece...
Chris Stewart llegó a tocar la batería con Genesis, esquilar ovejas, ayudó en una granja, trabajó en un circo, vendimia, fue pastor... da tumbos buscando su camino. Incluso realiza un viaje a la India en su etapa hippie. Al final recala en España, compra un cortijo desvencijado en Las recónditas Alpujarras y se muda en 1988.
Se trata de un libro de mucho éxito, aunque creo que está enfocado más al lector británico, el que se sorprende de la matanza del cerdo, el que mira con cierto desdén al campesino rústico y pobre del sur de España, el que aprecia el contraste cultural entre Londres y Las Alpujarras más paupérrimas. Chris Stewart no critica a nadie, hasta al que le estafa como a buen guiri en la venta del cortijo y se aprovecha de él lo describe con cierto respeto.
La síntesis de todo lo que narra es que la actitud es fundamental, frente a la adversidad, frente al engaño, el optimismo, la lucha por nuestros sueños. Casi parece ingenuo, como he dicho, pero ha conseguido su sueño, se ha asentado en su cortijo (El Valero) y se ha integrado en la comunidad (Órgiva), llegando a ser concejal. Describe con minuciosidad cada planta y cada recodo del paisaje, también la idiosincrasia de los lugareños, sin criticar (aunque no nos guste a veces cómo nos ve, quizá seamos así).
Se adapta a las costumbres locales, que resultan tan pintorescas a los foráneos, donde otros ven moscas y agua oxidada él encuentra naturaleza y una oportunidad de canalizar agua potable.
Es una lectura con mayor valor testimonial que literario, pero agradable, placentero.
Bueno, el tono es desenfadado, casi divertido; el protagonista es positivo, optimista quizá. Aunque roza lo ingenuo... ¿o no? No siempre todo es lo que parece...
Chris Stewart llegó a tocar la batería con Genesis, esquilar ovejas, ayudó en una granja, trabajó en un circo, vendimia, fue pastor... da tumbos buscando su camino. Incluso realiza un viaje a la India en su etapa hippie. Al final recala en España, compra un cortijo desvencijado en Las recónditas Alpujarras y se muda en 1988.
Se trata de un libro de mucho éxito, aunque creo que está enfocado más al lector británico, el que se sorprende de la matanza del cerdo, el que mira con cierto desdén al campesino rústico y pobre del sur de España, el que aprecia el contraste cultural entre Londres y Las Alpujarras más paupérrimas. Chris Stewart no critica a nadie, hasta al que le estafa como a buen guiri en la venta del cortijo y se aprovecha de él lo describe con cierto respeto.
La síntesis de todo lo que narra es que la actitud es fundamental, frente a la adversidad, frente al engaño, el optimismo, la lucha por nuestros sueños. Casi parece ingenuo, como he dicho, pero ha conseguido su sueño, se ha asentado en su cortijo (El Valero) y se ha integrado en la comunidad (Órgiva), llegando a ser concejal. Describe con minuciosidad cada planta y cada recodo del paisaje, también la idiosincrasia de los lugareños, sin criticar (aunque no nos guste a veces cómo nos ve, quizá seamos así).
Se adapta a las costumbres locales, que resultan tan pintorescas a los foráneos, donde otros ven moscas y agua oxidada él encuentra naturaleza y una oportunidad de canalizar agua potable.
Es una lectura con mayor valor testimonial que literario, pero agradable, placentero.