"... y si es que son de justa
literaria, procure vuestra merced llevar el segundo premio, que el
primero siempre se lleva el favor o la gran calidad de la persona, el
segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y
el primero, a esta cuenta, será el tercero, al modo de las licencias
que se dan en las universidades; pero, con todo esto, gran personaje es
el nombre de primero."
(Don Quijote, Capítulo XVIII)
sábado, 14 de abril de 2012
lunes, 2 de abril de 2012
La conjura de los necios
Es una pena que su autor, John K. Toole se suicidara. Habríamos podido disfrutar de más libros suyos. De poco le sirve a él ni al mundo un premio Pulitzer póstumo.
Ignoro si se inspiró -estoy seguro de que no, pero bien los retrató- en los hijos españoles que no se van de casa, en los egoístas e irrespetuosos, que no sólo se resisten a abandonar el nido sino que exigen con destemplanza mimos y caprichos a sus progenitores. El mundo gira, creen, en torno a sus necesidades superfluas, valga el oxímoron. Al menos, el protagonista de la novela tiene un proyecto.
Y es que Ignatius Reilly tiene una visión del mundo muy peculiar, a caballo entre lo idealista y lo estoico. Es un Quijote desaliñado y con lamparones, perezoso y glotón. Su madre, la sufriente madre vitalicia, lo sobrelleva con moscatel y jugando a los bolos.
Nueva Orleans, el Barrio Francés, Bourbon Street... Jones, Darlene, Mancuso, la señorita Trixie... ¡no hay desperdicio!
Es un libro divertido, que arranca alguna carcajada, pero también una mordaz crítica social, política y económica, un retrato de las miserias humanas con una panoplia de personajes esperpénticos aunque muy humanos.
Es la tercera vez que leo este libro tan bien escrito y tan plástico en sus descripciones. La recomiendo.
Ignoro si se inspiró -estoy seguro de que no, pero bien los retrató- en los hijos españoles que no se van de casa, en los egoístas e irrespetuosos, que no sólo se resisten a abandonar el nido sino que exigen con destemplanza mimos y caprichos a sus progenitores. El mundo gira, creen, en torno a sus necesidades superfluas, valga el oxímoron. Al menos, el protagonista de la novela tiene un proyecto.
Y es que Ignatius Reilly tiene una visión del mundo muy peculiar, a caballo entre lo idealista y lo estoico. Es un Quijote desaliñado y con lamparones, perezoso y glotón. Su madre, la sufriente madre vitalicia, lo sobrelleva con moscatel y jugando a los bolos.
Nueva Orleans, el Barrio Francés, Bourbon Street... Jones, Darlene, Mancuso, la señorita Trixie... ¡no hay desperdicio!
Es un libro divertido, que arranca alguna carcajada, pero también una mordaz crítica social, política y económica, un retrato de las miserias humanas con una panoplia de personajes esperpénticos aunque muy humanos.
Es la tercera vez que leo este libro tan bien escrito y tan plástico en sus descripciones. La recomiendo.
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