Hoy varios socios del Taller Literario Corsarios hemos ido a Molledo a recorrer los escenarios en que se desarrolla la novela El Camino, de Miguel Delibes. La Poza del Inglés, el Pico Rando (Jano), la finca del Indiano, la tienda de las Guindillas... Daniel, el Mochuelo, nos acompañó durante todo el paseo. Él y Roque, el Moñigo, junto a Germán, el Tiñoso.
Tuvimos el placer y el lujo de contar como guía a Carmen Múgica, profesora de lengua y literatura y vecina del valle. Conoció a Delibes y nos identificó cada piedra, cada edificio, cada escena. Leíamos fragmentos del libro al pie de los distintos mojones de la novela. Recreábamos la historia, revivíamos nuestro propio pasado.
Tal es la fortaleza y frescura de El Camino: que parece contar nuestra historia. En cierto modo lo hace.
El día también acompañó: sol y calor. En resumen, buena compañía, buena literatura, buen paisaje. O como pedía don Miguel en todo relato: un hombre, un paisaje, una pasión. El hombre fue él, su casa, su presencia intangible. El paisaje, todo el pueblo, el valle, las montañas, la vía, el río, la carretera... La pasión, la literatura.
Hoy la novela se ha hecho tierra. Se ha hecho pueblo. Se ha hecho gente.
Hoy echo de menos a don Miguel. Todavía más.
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