Míster Bones es un chucho callejero que acompaña a su dueño, Willy G. Christmas, en su vagabundeo por las ciudades. Su mayor habilidad es entender el lenguaje humano a la perfección. Sólo le faltaría hablarlo. Es inteligente, dócil, amable. Willy empezó a ser un vagabundo cuando se le apareció Santa Claus en el televisor, transmitiéndole la misión de esparcir buenas acciones. Como los días de Willy llegan a su fin se dirigen a Baltimore en busca de la antigua profesora de literatura de Willy, la que le motivó para escribir, para que se haga cargo de sus manuscritos y de Míster Bones.
Elegí este libro para quitarme el mal sabor de boca de la anterior novela de Auster. Está mucho mejor, pero tampoco es de mis favoritas de este autor. El narrador es el propio perro, salvo algún párrafo suelto en que pasa a omnisciente. No sé si esta licencia es premeditada o no, supongo que sí porque tanto el autor como el editor se habrían dado cuenta. Creo que está bien reflejada la mente de Míster Bones, tal y como nosotros, como seres humanos, podemos sospechar que piensan y, sobre todo, sienten estos animales tan inteligentes. Me vuelve a llamar la atención el final, ese giro dramático de punto y final, como en La música del Azar.